41 Escuela

AMALIA OCHOA SÁENZ DE PIPAÓN

En San Román había una escuela con alumnos y alumnas que tenían desde los dos años a los catorce, siempre fueron niños y niñas juntos. Les enseñaban a sumar y rezar, no tenían libros ni bolígrafos, escribían con pluma. Solo había un maestro, Dionisio Apellániz, que era del mismo pueblo, que preparaba la tinta para los tinteros de los alumnos y alumnas. Amalia recuerda que las cuentas le gustaban, pero lo que más le gustaba era la poesía y recuerda de memoria un texto que aprendían en la escuela, que decía: «Un asno maldecía su destino y maldecía «trabajo y como paja, él come harina y no trabaja, a mí me dan de palos cada día, a él le rascan y halagan a porfía». Pero luego que advierte, que a la pocilga algunas gentes avanzaban en guisa de matanza, dan al gordo cochino fin sangriento, dijo para sí el jumento, si en esto acaba el ocio y los regalos, al trabajo me atengo y a los palos».